Un reguero de canciones
Emilio del Carmelo Tomás Loba, Emilio «de Patiño»
surcan por la tradición
enraizada en la pasión
de nuevas generaciones.
Jotas, malagueñas, sones
y de fondo un aguilando
siempre seguirá sonando
en tiempo de Navidad,
por esa continuidad
que la herencia va sembrando
De latín renovatio, -ōnis, y en su acción y efecto de renovar (del lat. renovāre), designa este proceso el restablecimiento o reanudación de una relación u otra cosa que se había interrumpido, también poner de nuevo o reemplazar algo, hacer como de nuevo algo o volverlo a su primer estado, sustituir una cosa vieja, o que ya ha servido, por otra nueva de la misma clase, dar nueva energía a algo, transformándolo, reiterar o publicar de nuevo…
La renovación implica, sin duda, un proceso de recomposición para adoptar una nueva actitud ante la contemporaneidad por aquello o aquellos que consideramos legado, herencia o seguidores.
Así, la oralidad nos habla de Tradición y Pervivencia como dijera Diego Catalán Menéndez-Pidal y de Ocasionalidad como afirmara José Manuel Fraile Gil. En ambas propuestas, la oralidad o inmaterialidad en el espacio de la música de raíz habla de “música de oído”, de ritual, de palos melódicos, de baile tradicional, de religión, de ámbito festivo, de improvisación… continuando de esta forma la tradición musical y ritual oral de nuestras Cuadrillas del sureste español, ya sean de Hermandades o Auroros, o de Pascuas, Ánimas o navideñas.
Es por ello que es la ocasionalidad o el entorno el que determina a un individuo, algo muy parecido al “yo soy yo y mi circunstancia” de Ortega y Gasset. Y lo cierto es que el vínculo familiar, o si queremos el entorno más o menos cercano, es el que enciende el interés por algo, el que determina la renovación con mayúsculas.
El niño mira, observa, asume, toca y trata de adoptar la actitud mimética que ve en sus mayores, intenta hacer lo que ellos hacen para sentirse integrado. El niño mira a su alrededor y ve parejas bailando, músicos tocando y un público riéndose ante las ocurrencias de las Pascuas o Aguilandos. Sin darse cuenta, ya forma parte de esta unidad que se llama Tradición para asumir que él, ella, ellos o ellas, más adelante, también serán los que tendrán que leer en el libro de las costumbres y delegar la Tradición a otros que habrán de venir, continuando así la lectura de esta historia sin final.
Ese niño, que en realidad son todos los que fueron niños y empezaron blandiendo su instrumento, asume en su tez la tradición volviéndola a su primer estado, como si estuviera naciendo de él algo nuevo. Ese niño, restablece la cadena de un legado que habrá de interrumpirse por los que ya no estarán. Ese niño, reanudará la tradición para poner de nuevo notas musicales y otorgará nueva energía a una manifestación colectiva, el Folklore. Y ese niño, reiterará lo dicho en generaciones anteriores con su propia voz, haciendo público su propia historia como representación de historias que, antes, hablaron por él en el seno de la tradición popular, ritual, tradicional y musical.
Esa criatura consagrará las notas de sus dedos a la efusión de un espíritu comunitario rico en voces, en literatura popular, en melodías, en instrumentos, en gastronomía, en amistades surgidas de este movimiento tradicional… y es entonces cuando diremos que la Renovación, surtió su efecto. De esta forma, el camino cíclico de esta vida lo conducirá a él también por el sendero de la pervivencia, de la tradicionalidad a través de esa ocasionalidad particular, buscando a otro niño que quiera seguir sus pasos, y entonar los mimos cantos que reafirmaron la identidad de sus mayores.
Texto: Emilio del Carmelo Tomás Loba
Fotografía: Ana Bernal